jueves, 16 de agosto de 2007

De palimpsestos y candidatos

Ellas sí que
limpian,
fijan y dan
esplendor



Las palabras son un remedio infalible para contrarrestar el tedio. Siempre están dispuestas a hacernos creer más listos, más sabios o más justos de lo que somos con el sólo recurso de hacerlas brotar de la pluma o el teclado, de abrir un libro, obra maestra o diccionario, crucigrama, o partida de scrabel.
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Aquí, dos ejemplos:

palimpsesto

Vivimos en una civilización que, en muchos aspectos, es de abundancia, de tal forma que una hoja de papel no vale prácticamente nada. Pero los antiguos, que escribían sobre pergaminos y papiros de costo mucho mayor que el papel, debían aprovechar al máximo el material que utilizaban como soporte de la escritura. Por esa razón, los copistas medievales solían escribir sus textos sobre pergaminos antiguos, cuyo contenido, a veces de enorme valor histórico, había sido borrado para reaprovechar el material.Muchos de estos escritos perdidos, de los que frecuentemente no había otras copias, fueron recuperados en el siglo xx mediante el uso de rayos ultravioleta, que permiten leer el texto borrado.
Entre los palimpsestos griegos más destacados, cabe mencionar el Codex nitriensis, que había quedado oculto bajo un texto sirio, y parte de la Ilíada, así como los Elementos de geometría de Euclides.
La palabra llegó a nosotros del latín palimpsestus y ésta, del griego palimpsestos, ambas con el mismo significado, formadas a partir del griego palin (nuevamente) y psaoo (borrar). De estas dos voces griegas, la primera proviene del indoeuropeo kwel- (doblar, girar, dar vueltas), y la segunda, del indoeuropeo bhes (frotar, raspar).Incorporado al castellano por vía culta, este vocablo sólo apareció en nuestra lengua a partir de la segunda mitad del siglo XIX.
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candidato

Quien se ofrece para ocupar un cargo público debería tener una trayectoria inmaculada, sin ninguna mancha que pudiera dejar alguna duda sobre su pasado. Así lo entendían ya los romanos, que hacían vestir a los aspirantes a esos cargos una túnica blanca, llamada candida, con la que se exhibían públicamente para manifestar públicamente la pureza y la honradez que cabía esperar de ellos.
El nombre de la túnica provenía de la ra raíz indoeuropea kand- o kend- (brillar), de la cual se han derivado palabras tales como candelabro, candente, candela, cándido, incandescente, incendio, etcétera.
Ningún derivado de candidus llegó hasta nosotros con significado directamente alusivo al color blanco, pero la blancura deslumbrante que la palabra latina candor expresaba en la lengua de los césares se mantuvo en el español candor, con el sentido de "sinceridad, sencillez y pureza de ánimo" que la palabra también tenía en latín. El Diccionario de la Real Academia Española menciona el sentido de "suma blancura" como acepción de candor, pero en la práctica esta palabra es muy poco usada con ese sentido.
Con la extensión de la democracia desde la segunda mitad del siglo XVIII, la palabra candidato es hoy harto conocida en toda la comunidad hispanohablante. No lo era antes de esa época, como permite comprobar el Diccionario de autoridades (denominación de la primera edición del Diccionario de la Real Academia Española, 1729), que decía:
El que pretende y aspira o solicita conseguir alguna dignidad, cargo, ó empléo público honorífico
. Es voz puramente Latina y de rarísimo uso.
Cabe añadir que las velas, candelas o cirios eran llamados en latín candela, en alusión al brillo que provenía del calor; de ahí la palabra candente, que en latín significaba ‘blanco o brillante como consecuencia del calor’, y la castellana incandescente.

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