martes, 19 de febrero de 2008

Permitanme dos palabras: traen con ellas chispas, risas, burbujas y cascabeles


Las palabras son un remedio infalible para contrarrestar los efectos del tedio. Siempre están dispuestas a hacernos creer más listos, más sabios o más justos de lo que somos con el solo recurso de hacerlas brotar de la pluma o el teclado, de abrir un libro, obra maestra o diccionario, crucigrama, o inicio de una partida de scrabel.
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Aquí, un ejemplo de nuestra sección Divinas Palabras, tal vez la más apreciadas por sus editores, y acaso por eso de las más sacrificadas en su periodicidad. Tratamos de enmendarnos.
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N. del E.: Hoy, el capricho y el azar nos pone frente a dos vocablos que suenan por sí y sus siglos de historia se oyen como cascabeles: pasquín y payaso.

pasquín
El gladiador romano Pasquino era uno de los ídolos del pueblo que presenciaba las lides del Coliseo. Muchos de sus rivales cayeron para siempre bajo las estocadas de su puñal certero y la furia de sus armas invencibles, pero se trataba de una gloria efímera que no debería resistir el paso de unos pocos años después de su muerte, de modo que el gladiador seguramente jamás llegó a soñar que su nombre perduraría a través de milenios y civilizaciones.
Ocurrió, sin embargo, que a la muerte de Pasquino, el gobierno imperial erigió una estatua en su homenaje, estatua que ciertamente habría quedado olvidada en poco tiempo de no haber mediado una circunstancia inesperada. En efecto, por alguna razón que no llegó hasta nosotros, por aquella época se hizo costumbre en fijar libelos o escritos satíricos en el pedestal de la estatua de Pasquino. Con el paso de los años, el nombre de nuestro implacable gladiador se convirtió, en italiano, en sinónimo de las sátiras al poder establecido y los escritos de contestatarios. Con el desarrollo de la prensa en la época contemporánea, la palabra italiana pasquino, que llegó al español como pasquín, pasó a designar a los diarios sensacionalistas y, generalmente, calumniosos.
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payaso
Uno de los personajes tradicionales de la comedia italiana era una especie de bufón, que vestía ropas estrafalarias confeccionadas con la tela burda que se usaba para recubrir los colchones de paja. Por esa razón, se le llamó pagliaccio, palabra formada a partir del italiano paglia (paja), derivado del latín paleae, palearum. En francés, en la segunda mitad del siglo XVIII se llamaba a este personaje paillasse, una antigua palabra que cinco siglos antes había significado ‘bolsa de
paja’.
En castellano, la palabra payaso aparece registrada en 1884 en un poema de
Manuel Breton de los Herreros:

Otro con importunas contorsiones
Cual payaso en grotesca pantomima
Piensa mover del pueblo las pasiones.


Pero ya figuraba en el Diccionario de la Academia desde la edición de 1817, como ‘el que en los volatines y fiestas semejantes hace el papel de gracioso, con ademanes, trages y gestos ridículos’ (Ortografía no actualizada).

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