Literato, hermano de Bartolomé, se preciaba de haber estudiado en Zaragoza con Andrés Scoto, y quizá oyese clases de Simón Abril. Aprendió muy bien los clásicos y tuvo predilección, como su hermano, por Horacio, Marcial, Juvenal y Persio. Ya en la epístola a D. Juan de Albión, escrita en 1582, demuestra sobradaménte su familiaridad con el mundo clásico.
Bartolomé Leonardo de Argensola también nació en Barbastro el 26 de agosto de 1561. Murió en Zaragoza el 4 de Febrero de 1631.
Literato como su hermano, perteneciente a la misma generación de don Luis de Góngora (1561) y Lope de Vega (1562).
Parece ser que se graduó de bachiller en Zaragoza, y en 1579 escribió su primer poema, un elogio de la Divina, y varias poesías de Fray Jaime Torres.
Los Argensola y el resto de los nombrados transitaban sin saberlo, claro, el Siglo de Oro español. Pasó después a estudiar Derecho Canónico a la Universidad de Salamanca (desde 1581 a 1584) donde pudo conocer a fray Luis de León, tan enamorado de los clásicos como él mismo, y a F. Sanchez de la Broza. Desde muy joven es elogiado por Cervantes en el Canto de Galiope de la Galatea (1585), junto con su hermano Lupercio. Hacia 1584-1586, los dos hermanos fueron protegidos por Fernando de Aragón, Duque de Villahermosa y soberano de la región. En 1608, al ser nombrado el conde de Lemos Virrey de Nápoles,ofreció la secretaria de la colonia a Lupercio, quien allí marchó dejando en Madrid a Cervantes, Góngora y Vega.
En 1613 murió Lupercio y su puesto de secretaría fue ocupado por su hijo Gabriel Leonardo.
Según Bartolomé, su hermano quemó en Nápoles sus escritos poéticos.
Los poemas que logró recoger su hijo, junto a los que pudo recoger de Bartolomé, los publicó en 1634 en Zaragoza, como título "Rimas de Lupercio y del doctor Bartolomé Leonardo de Argensola".
Allí estaba:
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A una mujer que se afeitaba
y estaba hermosa
Yo os quiero confesar, Don Juan, primero
que aquel blanco color de Doña Elvira
no tiene de ella más, si bien se mira,
que el haberle costado su dinero.
Pero tras eso, confesaros quiero
que es tanta la beldad de su mentira,
que en vano a competir con ella aspira
belleza igual de rostro verdadero.
Mas, ¿qué mucho que yo perdido ande
por un engaño tal, pues que sabemos
que nos engaña así Naturaleza?
Porque ese cielo azul que todos vemos
ni es cielo ni es azul. ¡Lástima grande
que no sea verdad tanta belleza!
(De Bartolomé Leonardo de Argensola o
Lupercio Leonardo de Argensola, o ambos)
El libro que editó Gabriel Leonardo incluyó 94 poemas de su padre, Lupercio dejó algún testimonio de sus ideas estéticas.
Entre estas rimas de los doctos canónicos, cubiertas por el polvo de la moralina, brillaban parábolas de los Argensolas -alguno de ambos, o ambos- con vocación de eternas como la que descubrieron cuatro siglos más tarde otros dos hermanos, Homero y Virgilio Expósito, argentinos, porteños, tangueros, músicos, letristas y poetas. Sus nombres de pila los anunciaban hijos de padre anarquista.
Homero, nacido en 1918, cuando nacía la dudosa fama de la capital del tango vivió parte de su adolescencia entre el mostrador de la confitería del padre y los libros. De Zárate, puerto fluvial sobre el río Paraná cercano a la capital argentina, a la escuela media del Colegio San José de la ciudad de Buenos Aires centro de formación regenteado por una congregación de sacerdotes, donde ganó concursos literarios, conoció los clásicos, y disfrutó las noches de Buenos Aires en las consabidas escapadas de estudiante. Virgilio, seis años menor, se reencontró con su hermano en la primera juventud.
Milonga, latín y griego
A Homero, la vocación literaria lo llevó a la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, donde cursó tres años y abandonó para hacerse cargo de la confitería del padre y en segundo lugar, porque la facultad fue el puntapié para que se volcara en otras letras, las de tango.
Y en "filo" se encontró a los Argensola. Uno de los hitos de la poética tanguera, "Naranjo en Flor", letra y música de los Expósito, ya reinaba. Cátulo Castillo, Discépolo, Manzi, Cadícamo, Paco García Giménez eran algunas de las "marcas registradas" que habían dado la mayoría de edad a las letritas convertidas en palabras mayores. Así llegó 1956 con Maquillaje.
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MAQUILLAJE
acompañamiento de guitarras (3/58)
y por Astor Piazzolla con la voz de
Años despues lo registró Roberto
Goyeneche con orquesta dirigida
por Atilio Stampone (11/73)
Letra de Homero Expósito.
Música de Homero y Virgilio Expósito.
Compuesto en 1956.
"Porque ese cielo azul que todos vemos,
ni es cielo, ni es azul. ¡Lástima grande
que no sea verdad tanta belleza !"
Lupercio de Argensola (1559-1613) (*)
No... ni es cielo ni es azul,
ni es cierto tu candor,
ni al fin tu juventud.
Tu compras el carmín
y el pote de rubor
que tiembla en tus mejillas,
y ojeras con verdín
para llenar de amor
tu máscara de arcilla.
Tú, que tímida y fatal
te arreglas el dolor
despues de sollozar,
sabrás como te ame
un día al despertar
sin fe ni maquillaje...
- Ya lista para el viaje
que desciende hasta el color final
- Mentiras...
que son mentiras tu virtud,
tu amor y tu bondad
y al fin tu juventud.
¡Mentiras...
te maquillaste el corazón!
Mentiras sin piedad...
¡Que lástima de amor!
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(*) Recitado del cantante solista ¿"Chicos listos" los Argensola? ¿Profetas de la ciencia? Nada de eso. Leían a los clásicos, esos griegos y latinos arropados con sábanas y calzados con caligas, adictos a la verdad, el conocimiento y la cavilación.
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José Luis Agromayor
©2007
6 comentarios:
Muy bueno.
Teresina M.
Muchas gracias Teresina por tu aventón a mi autoestima.
José Luis
pachi.2006@gmail.com
¡Qué delicia! Muchas gracias José Luis; conocía el tango pero no la fuente de su inspiración; de verdad, gracias. Nos leemos luego.
¿Has visto qué jugada del destino? Los dos Expósito fueron músicos y letristas y firmaron juntos ambas autorías, aunque Virgilio fue infinitamente mejor músico y Homero infinitamente mejor literato. Conocí a don Virgilio poco antes de su muerte, 1994 o 1995, despuntando él el "vicio" del piano de cola que tenía el café literario de unos amigos comunes aquí en Baires.
Guardo apenas un manojo de sus dichos en esos meses de madrugadas que algún día contaré, si logro convencerme que mi mezquina prosa de "escriba" periodista no estropeará el testimonio.
Pues, si sirve de algo, dudo mucho que la "mezquina prosa" sea tal, y, por ende, más que arruinarlo el testimonio se verá enriquecido por el cariño que es usted capaz de poner en las cosas que escribe.
Abrumado, agradezco tanta gentileza.
Obligado y reconocido, le "meteré pluma" a la pequeña historia de "guapos", "malevos", "cuarteadores" y la heroína de "Naranjo en Flor"...
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